¿Sabías
que, según la OMS y sus colaboradores, la perdida de la audición está
relacionada con un mayor riesgo de declive cognitivo?
Según datos
proporcionados por la OMS (Organización Mundial de la Salud) en Europa, hay 52 millones de personas que padecen déficit
auditivo. Dicho organismo trabaja con la Federación AICE, de la cual formamos
parte, para dar más visibilidad a la pérdida auditiva ya que, de lo contrario
en 2050 se estima que habrán alrededor de 900 millones de personas sordas.
Las perdidas
auditivas, aun cuando pueden ser sobrevenidas por accidentes o de nacimiento,
existe un gran porcentaje de estas que son progresivas, desarrollándose en la
adultez y agudizándose durante la tercera y cuarta edad.
Diversos
expertos en la materia, alertan que el
riesgo de contraer demencia senil es 5 veces mayor en una persona con pérdida
auditiva severa que la de una persona con audición normal. Además, la
perdida de la audición es la principal problemática de Años Perdidos de las personas
mayores de 70 años de Europa Occidental (Davis, 2016). Aproximadamente, un tercio de
las personas mayores de 65 años de edad, sufren pérdida auditiva incapacitante.
También corren un mayor peligro de caer en las garras
del aislamiento social y el declive del
bienestar mental, generando como consecuencia la exclusión social. La
exclusión de la comunicación puede tener un impacto significativo en la
vida cotidiana, causando sentimientos de soledad, aislamiento y frustración,
particularmente entre las personas mayores con pérdida auditiva.
Siguiendo en
esta línea, un dato de lo más alarmante es que la probabilidad de sufrir depresión es dos veces y media mayor en las
personas de la tercera edad con pérdida auditiva que en aquellas que no la
presentan (Mathews 2013), siendo también mayor el riesgo de contraer una
depresión grave (Amieva et al. 2015, Davis 2011). Continuando con las correlaciones de ambas
dolencias, más del 60% de los adultos que viven con demencia también tendrán
discapacidad auditiva. Por todos estos motivos debemos de trabajar la atención
auditiva como una parte clave del envejecimiento
saludable.
Afortunadamente
vivimos en la era de las tecnologías que contribuyen a mejorar nuestra calidad
de vida. Las tecnologías auditivas
como los audífonos o los implantes cocleares, han demostrado
poder cambiar las vidas de personas con pérdida auditiva y ser rentables en
términos sociosanitarios (menor deterioro cognitivo y mayor relación con el
entorno) y económicos (la pérdida auditiva no tratada le cuesta al estado
español 16 mil millones de euros, aproximadamente) a largo plazo. La pérdida
auditiva no abordada plantea un costo global anual de US $ 750 mil millones.
Las intervenciones para prevenir, identificar y abordar la pérdida auditiva son
rentables y pueden brindar grandes beneficios a las personas.
A nivel social,
las estimaciones actuales
sugieren una brecha del 83% en la
necesidad y uso de audífonos, es decir solo el 17% de aquellos que podrían
beneficiarse del uso de un audífono realmente usan uno.
Otros expertos, concluyeron que la pérdida
auditiva de vida media y tardía puede representar hasta el 9,1% de los casos de demencia prevenible en todo el mundo y es
uno de los factores de riesgo más modificables para la demencia.
Asimismo, las personas con
deficiencia auditiva presentan tasas más altas de atrofia cerebral en el lóbulo
temporal derecho, en comparación con las personas sin discapacidad auditiva
(Lin et al. 2014).
En 2017, la 70a Asamblea
Mundial de la Salud adoptó una resolución sobre la prevención de la sordera y
la pérdida auditiva. Esta resolución hace un llamamiento a los Estados Miembros
para que integren estrategias para el cuidado del oído y la audición en el
marco de sus sistemas de atención primaria de salud, bajo el paraguas de la cobertura universal de salud. También
solicita a la OMS que emprenda una serie de acciones para promover el cuidado
del oído y la audición a nivel mundial, incluidas muchas de las mencionadas
anteriormente.
Por todo ello, es necesario realizarse pruebas
de audiometría periódicamente, evitar la exposición prolongada a fuertes ruidos
y erradicar otros hábitos cotidianos erróneos como por ejemplo el uso de
auriculares en vez de cascos, o el uso de los llamados “bastoncillos”, sino
queremos en un futuro próximo tener que paliar los efectos de la pérdida
auditiva, y otros problemas derivados como el declive cognitivo, ansiedad o la
depresión.
INVIERTE EN SALUD, INVIERTE EN
CALIDAD DE VIDA
Para más información sobre el
informe completo y la bibliografía, consultar:
http://eurociu.eu/media/files/REVISED-EUROPEAN-SPEND-TO-SAVE-SUMMARY_SPANISH_WEB_1.pdf o www.implantecoclear.org/spend2save
http://eurociu.eu/media/files/REVISED-EUROPEAN-SPEND-TO-SAVE-SUMMARY_SPANISH_WEB_1.pdf o www.implantecoclear.org/spend2save
Bibliografía:
-
Amieva H et Al (2015). Self-reported hearing
loss, haearing aids, and cognitive decline in elderly adults: A 25-year study.
Journal of American Geriatrics Society, 63(10), 2099-2014.
-
Davis A. (2011). National survey of hearing
and communication.
-
Davis A. et Al (2016). Aging and hearing
health: The life-course approach. Gerontologist, 56, Suppl2, S256-S267.
-
Lin, F R & Albert M (2014). Hearing loss
and dementia – who is listening? Again & mental health, 18 (6), 671 -3.
-
Matthews L (2013). Hearing loss, tinnitus and
mental health: A litterature review. Action on Hearing Loss. Available: https://www.actiononhearingloss.org.uk/-/media/.../research.../mental-health-report.pdf
BREVE PRESENTACIÓN DE LA ENTIDAD

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3 comentarios:
Muy interesante. Lo tendré en cuenta e iré a que me miren los oídos en la próxima revisión.
Mi madre no oye y el audifono no le va demasiado bien, la verdad. Pero insistiré más para que se lo ponga.
900 millones son muchos... Menudo panorama. Todos sordos si no nos cuidamos la audición.
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